Recycled Cinema: Alan Berliner

Gemma del Teso Martín

Cuando pensamos en Documentación Audiovisual siempre nos viene a la mente la misma imagen: fotografías, grabaciones en 8 mm, en 16 mm, en vídeo, audios de acontecimientos que marcaron de algún modo el devenir de una sociedad. Existe, sin embargo, otro tipo de material al que podríamos denominar de más bajo rango pero cuya importancia es de primer orden para la memoria personal —que conforma también la colectiva—: álbumes de fotografías familiares, grabaciones caseras de eventos como cumpleaños, comuniones, vacaciones, celebraciones…

Todo ese material forma parte de la memoria y, por tanto, de la identidad de una persona y de su entorno más inmediato: la familia. Sin embargo, tendemos a restarle importancia —más allá de desempolvar algún álbum en un arrebato de nostalgia durante una reunión—; al fin y al cabo se trata de nosotros, de nuestra microhistoria, de recuerdos privados que carecen de relevancia alguna para la sociedad ya que no cambiaron su rumbo.

Una de las prácticas más habituales en Estados Unidos son las llamadas ventas de garaje (garaje sales) en las que las familias hacen limpieza de sus posesiones, bien por ganar unos cuantos dólares, bien por rentabilizar una mudanza. En ellas solemos encontrar objetos típicos como viejos relojes, lotes de libros, muebles, ropa de segunda mano, juguetes…  Pero, en ocasiones, sus organizadores deciden desprenderse de posesiones más valiosas, como sus álbumes de fotografías y viejas películas familiares.

Al igual que en alguna ocasión decidimos romper una fotografía al enfadarnos –en el fondo, lo que hacemos es tratar de borrar, de eliminar a esa persona de nuestra vida, de nuestra memoria—, puede que vender esos recuerdos nos ayude a avanzar dejando físicamente nuestro pasado atrás. O que, simplemente, no valoremos la importancia —real— que tienen esos documentos audiovisuales domésticos. Olvidamos que, además de a nosotros, también retratan a la sociedad y a la cultura en la que vivimos. Es decir, no solo tienen importancia para la familia en sí, sino para toda la sociedad —reflejan, por ejemplo, la moda del momento, las costumbres, la tecnología presente, los hábitos alimenticios, la forma de conducirse, de hablar, los referentes culturales y decenas de otros detalles aparentemente sin importancia—.

En España existen diferentes proyectos que tienen como centro el cine doméstico y su preservación. Uno de ellos es la red de cine doméstico constituida por personas, entidades, archivos, filmotecas, dedicada a la recuperación, conservación, creación de cine no profesional y difusión del cine doméstico en sus distintos soportes.

En Estados Unidos, algunos cineastas se dedican a filmar documentales a través de otros documentos que fueron creados para un consumo inmediato y han pasado al olvido: noticiarios, películas educativas o divulgativas, cine publicitario o propagandístico, cine narrativo de serie B… Y también cine doméstico.  A través de técnicas propias de las artes pictóricas como el collage, reutilizan ese material para crear algo nuevo.

Uno de los más destacados es Alan Berliner. Y lo es en una doble faceta: como coleccionista de imágenes y sonidos, y como creador.

Según él mismo cuenta, fue en un garaje sale dónde comprendió el valor que tenían todas esas fotografías y películas domésticas. En un primer momento, estaba decidido a comprar una colección familiar que ni ellos mismos valoraban, pero en el último momento dejó el álbum fotográfico en el mercadillo con la incertidumbre de si volvería a la venta sin más contemplaciones.

En 1986 compró una colección bastante grande de películas familiares que databan de 1920 a 1940 a un coleccionista que no tenía espacio suficiente para almacenar más documentos en su casa. Esas películas de 16mm en B/N comprendían la vida de más de 75 familias de distinto origen social, racial y religioso; alrededor de más de 50 horas de metraje que estudió durante un año y que dio como resultado una película de 60 minutos titulada The Family Album.

A partir de ese momento, fue recopilando historias orales, grabaciones de fiestas de cumpleaños, bodas, aniversarios, días de fiesta, funerales, canciones infantiles, clases de música, niños jugando con micrófonos y grabadoras, cintas de contestadores automáticos…; en definitiva, cualquier documento audiovisual que cayera en sus manos que atesora en su estudio.

Etiquetado a mano, sigue su propio código de colores:

Rojo para películas en blanco y negro, noticias, películas educativas y películas de archivos nacionales.

Naranja para sonido que luego incluye en sus películas, pisadas, ríos, hojas. Amarillo películas en color que le han regalado porque saben de su pasión.

Verde para películas domésticas de familias americanas de los años 20, 30 y 40, todas anónimas y huérfanas.

El azul lo reserva para las películas de su familia.

Las moradas para fotografías que colecciona alrededor de todo el mundo, todas anónimas.

Y en las cajas negras para fotografías de prensa sobre acontecimientos, autoridades históricas e internacionales.

Berliner usa todo ese material para crear historias, para construir cada una de sus películas — The Family Album (1988), Intimate Stranger (1991), Nobody,s Business (1996), The sweetest Sound (2001), Wide awake (2006) y First Cousin once removed (2012)— en su moviola, sin apenas guion previo, hilando las imágenes unas con otras, dotándolas de nueva vida y nuevos significados, hasta crear un collage único y personal.

Todas sus películas hablan de él, de su familia, de los nombres, de su insomnio; de cosas aparentemente simples y sencillas, que es, precisamente, lo que las dota de universalidad. De hecho, nos reconocemos en cada una de ellas.

“Creo que todas las películas tienen un trasfondo antropológico…nos enseñan acerca de nosotros mismos… Creo que todas las películas debieran estar en un museo como archivos sobre la vida humana y el pensamiento”.

Lo que para algunos carece de valor, por mucho que forme parte de su propia historia, de su memoria, de su identidad, Berliner lo convierte en arte.

Alan Berliner

First cousin once removed (2012) 79 min. Color sound
Playing with fire (2011) 10 min. Color sound
Translating edwin honig: a poet’s alzheimer’s (2010) 19 min. Color sound
Wide awake (2006) 79 min. Color sound
The sweetest sound (2001) 60 min. Color sound
Found sound (1998) Interactive Website (www.ntv-artbytes.org)
Nobody’s business (1996) 60 min. Color sound
Intimate stranger (1991) 60 min. Color sound
Late city edition (1990) Video, 19 min. B/w sound
The family album (1886) 60 min. B/w sound
Everywhere at once (1985) 10 min. Color sound
Natural history (1983) 13 min. Color sound
Myth in the electric age (1981) 15 min. Color sound
City edition (1980) 10 min. B/w sound
Lines of force (1979) 7 min. Color sound
Color wheel (1977) 25 min. Color silent
Four corner time: 4 Parts (1976-77)
Line 7 min. B/w silent; Perimeter 11 min. B/w silent
Traffic light 12 min. B/w silent; Intersection 10 min. B/w silent
Patent pending (1975) 12 min. B/w sound

 

Publicado por El Documentalista Audiovisual

El Documentalista Audiovisual es un equipo de trabajo dedicado a la búsqueda gestión de derechos de material de archivo en producciones audiovisuales. Bajo esta marca, Isabel Borruel y Patricia Wert, hemos desarrollado un proyecto de formación y consultoría en documentación audiovisual.

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