“El montaje audiovisual es la unión de los distintos trozos de película para crear una cinta final” (Konisberg, 2004).
En nuestras propias palabras podemos definirlo como el orden narrativo de los elementos filmados que permiten crear la versión definitiva de una película.
Edwin S. Porter y Thomas Edison buscaban la forma de incrementar la duración de sus películas, ya que hasta ese momento la duración de las películas estaba limitada a la cantidad de celuloide que contenía cada lata.
Las primeras películas de Thomas Edison fueron cortometrajes con una toma larga y estática que mostraban hechos cotidianos, por ejemplo; tráfico en una calle de la ciudad. En 1902 Porter realizo “Life of an American Fireman”, una película totalmente innovadora para la época, aunque durante un estudio la Biblioteca del Congreso determino que este film fue editado posteriormente.
The Great Train Robery fue rodada en 1903 convirtiéndose en una de las primeras películas en unir distintas secuencias mediante el montaje, además de ser considerada el primer western.
Aunque hasta 1910 los raccord[1] de dirección no siempre se respetaban, en esta película si se muestra la continuidad respetando el raccord. Como curiosidad podemos destacar que una escena adicional de la película que muestra un primer plano del líder de los bandidos apuntando a la cámara con la pistola, podía incluirse al principio o al final del film.
Porter descubrió que uniendo dos tomas se crea un contexto coyuntural en la mente del espectador.
En 1918, el director ruso Lev Kuleshov hizo un experimento que probó este punto. Tomó un primer plano de un actor y lo combino con distintas tomas dando lugar a diferentes interpretaciones.
El simple acto de yuxtaposición hace que las tomas creen una relación entre ellas.

En 1917 se invento la moviola, la primera máquina para la edición de películas, aunque originalmente nació como un proyector de películas. El mecanismo original, inventado por Iwan Serrurier, se fundamentaba en un rodillo de entrada y otro de salida por donde discurría la película verticalmente, una manivela para activar los engranajes de los rodillos y un visor que permitía ver al manipulador la película en movimiento para poder seleccionar, cortar y pegar la película permitiendo así el montaje.

No fue hasta 1924 cuando Iwan Serrurier, tras unas pequeñas modificaciones, la vendió a los estudios Douglas Fairbank como un sistema de edición. El éxito fue rotundo, estudios como Warner Bros, Universal Studios, Buster Keaton Productions, Charles Chaplin Studios y Metro-Goldwyn-Mayer compraron las moviolas.
Debido a la aparición del cine sonoro en 1927, se añadió otra cabeza para el audio, lo que la hizo indispensable a la hora de realizar los montajes debido a la necesidad de coherencia en los diálogos.
Los cineastas rusos también jugaron un papel fundamental en el desarrollo del montaje. Su objetivo era principalmente propagandístico; una manera de difundir el ideal revolucionario.
Eisenstein, conocido por ser el director de “El acorazado Potemkin”[2], puso en práctica sus teorías sobre el montaje con “La Huelga” en 1924.
En su escena más famosa, la escena final (a partir del 1.31.57), alterna la masacre de los huelguistas e imágenes de bovinos sacrificados.
Pudovkin, discípulo del antes mencionado Kuleshov, enunció en sus escritos sobre montaje cinco técnicas que ejercieron una gran influencia sobre directores como Stanley Kubrick
Este grupo de cineastas, junto a algunos otros, influyo en obras maestras del cine.
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